No lleva aún ni un año entre nosotros pero se ha convertido ya en una fija de mi despensa. Altura de Vuelo es hoy por hoy y siempre según mi paladar la mejor de las cervezas artesanas valencianas (hay pocas pero las hay). Detrás de la elaboración de esta (como ellos la definen) infusión de cebada fresca malteada y flor de lúpulo en agua de Casas del Rey (Requena), Valencia, está la sabiduría de Diego Fernández Pons, un enólogo reconvertido en maestro cervecero que después de darle mil y una vueltas al asunto ha acabado pergeñando esta cerveza de 4,2º que no está pasteurizada ni filtrada y que presenta por ello los típicos sedimentos en la botella. La elaboran de manera prácticamente familiar en una vieja (ahora reconvertida) cooperativa vinícola que espero visitar en breve. Del diseño se ha encargado otro de los hermanos de la familia, Jacobo, con quien siempre es un placer charlar sobre este nuestro apasionante mundo de la birra. Hoy me las prometía muy felices y pensaba degustarla acompañando un (al igual que ayer) austero plato de pechuga de pollo a la plancha con escalibada (no estoy de dieta pero lo parece) pero la irrupción en escena del pequeño vikingo me ha llevado a engullirla pues el pequeño ha demostrado la misma pasión compulsiva, aunque antes de tiempo, que su padre... Cosas de la genética!!!
PD: Cervezas Fernández Pons también elabora una ecológica, de nombre Entresendas que desafortunadamente aún no he tenido la oportunidad de degustar.
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