La espléndida Chouffe de de barril que acompaña las no menos excelsas 'bitterballen' (croquetas) no llegó a mi paladar hasta el tercer día de nuestra visita a Amsterdam y alrededores pero estaba tan rica que he decidido empezar la crónica de este viaje familiar sobretodo y cervecero en menor medida con ella. Pero comencemos por el principio. La capital holandesa se me ha antojado un poco como un parque temático turístico, como la peor de las Barcelonas o Valencias postmodernas (sobretodo el distrito centro, el del barrio rojo), por donde campaban a sus anchas los clásicos grupos de jovencitos españoles, ingleses e italianos, a la busqueda de la risa fácil y tonta (ya me entendéis) y del 'pedo' asequible, en fin... nada que no hayamos hecho nunca el resto de los mortales. Deambulabamos por estas calles cuando llegó el momento de probar la primera birra en tierras neerlandesas... que mira por donde fue una Bavaria Wit 0,0.... Sí amigos, una Sin Alcohol... Evidentemente no me he vuelto loco, lo que pasa es que la regalaban como promoción en una de las principales arterias comerciales de la ciudad. Consumidos los 15 cl (refrescantes eso sí) de la minilata en cuestión, llegó el momento de empezar en serio la visita y ahí fue cuando topamos con la cervecería 'De Prael'.
Existía la posibilidad de hacer una cata de varias de las 11 cervezas de que disponían pero en nuestro caso nos inclinamos por probar la Johny, una rubia de 5º supuestamente tipo kolsch, bastante turbia y la Willy, la estrella de la casa, una 'quadruple' de 9º. La primera, no fue del agrado de mi Sra, que era quien la había solicitado y tampoco la pude saborear mucho pues el pequeño vástago se encargó de derramarla por la mesa. Así que afronté la Willy con tranquilidad y salí satisfecho. Lo siento pero no hay fotos de estas cervezas.
El primer día lo culminé con una visita a ese templo cervecero llamado Café Gollem (18 tiradores, 200 cervezas emboptelladas principalmente belgas) y situado frente a la tienda 'Cracked kettle' de la que ya os hablaré otro día. Fue una pequeña visita nocturna, aprovechando la proximidad del hotel y durante la cual di buena cuenta de una Westvleteren 8, una de las famosas trapenses elaboradas en la abadía de Saint Sixtus, tras la cual uno se metió en la cama con la conciencia tranquila. Esto no hacía más que empezar.
Me conecto después de unos cuantos días de abandono bloguero (mucha cerveza y poco tiempo para otros menesteres es lo que tiene) y me encuentro por fin con esta deliciosa entrada. Que envidia!!! Aunque yo tampoco me quejo por aquí arriba...
ResponderEliminarUn abrazo y ya nos contamos dentro de poco!